Libertad y reparación para Julian Assange
25 junio, 20249 Septiembre 2024
Pavel Durov, figura enigmática para algunos y auténtico guerrero humanista para muchos, se ha convertido en la última víctima de la cruzada mundial contra la privacidad en la red. Su detención y puesta en libertad 4 días después en Francia, país europeo que se precia de ser un bastión de los derechos civiles, ha sacudido los cimientos de internet y ha hecho saltar las alarmas entre quienes defienden la libertad de expresión.
Durov es un personaje que encarna la rebeldía tecnológica. Ha sido desde siempre una espina clavada para los gobiernos autoritarios. Su creación, Telegram, se convirtió en un refugio seguro para disidentes, periodistas y activistas de todo el mundo, gracias a su encriptación de extremo a extremo que garantiza la máxima privacidad de las comunicaciones.
Sin embargo, esta misma característica que lo convirtió en un símbolo de la libertad, lo ha situado en el punto de mira de aquellos que buscan controlar la información y el discurso público. Al negarse a traicionar estos principios y no ceder a las demandas de gobiernos que exigen mercadear con los datos de los usuarios de Telegram, Durov ha demostrado un compromiso férreo con la integridad de Internet y las libertades individuales.
Este compromiso le ha costado caro. Durov fue detenido en Francia el pasado 24 de agosto y puesto en libertad vigilada 4 días después, tras pagar una fianza millonaria. Tratar como un terrorista a alguien por defender la confidencialidad y la privacidad digital es un claro intento de infundir miedo y deslegitimar su causa. La retórica utilizada para justificar su detención no solo es desproporcionada, sino que también es peligrosa, ya que sienta un precedente preocupante donde el derecho a la privacidad puede ser considerado un acto subversivo.
Las acusaciones: una estrategia para silenciar a un rebelde
Los cargos presentados contra Durov son tan amplios como insostenibles: complicidad en la difusión de contenido pedófilo, blanqueo de capitales, falta de cooperación contra grupos terroristas y un largo etcétera. Acusaciones que parecen más bien un pretexto para silenciar a un disidente incómodo que una acusación basada en pruebas sólidas. La negativa de Telegram a colaborar con las autoridades en la entrega de datos de los usuarios, un principio fundamental para garantizar los derechos de los usuarios, se ha convertido en la principal justificación para perseguir a su fundador, actualmente en libertad vigilada, como si fuera el peor de los criminales.
En una carta publicada en sus redes sociales el 6 de septiembre, Durov agradece el apoyo recibido por miles de personas alrededor de todo el mundo y destapa las contradicciones de los responsables de su detención. El texto es una llamada a la calma, en un contexto en el que se ha exagerado muchísimo su papel en causas muy graves.
Aunque destaca la dificultad de encontrar un equilibrio entre proteger la privacidad de los usuarios y cumplir con las demandas de las fuerzas del orden, Durov explica que Telegram ha intentado establecer una línea clara entre ambos aspectos. Con gran elocuencia, reconoce que Telegram no es perfecto y que está dispuesto a trabajar para mejorarlo, implementando canales claros de contacto en caso de que las autoridades quieran reportar un problema, por ejemplo, pero que detener al CEO de una compañía por daños causados por terceros en una plataforma de su invención es un planteamiento antiguo, simplista y que perjudica la innovación.
Pero ¿qué hay detrás de esta persecución? ¿Por qué un servicio de mensajería representa una amenaza tan grande para los poderes establecidos? La respuesta es sencilla: la privacidad es el enemigo número uno de la vigilancia masiva. Un internet donde las comunicaciones están cifradas es un internet donde los gobiernos no pueden espiar a sus ciudadanos, no pueden censurar el disenso y no pueden tratarnos como idiotas, que es lo que quieren.
Las contradicciones del “primer mundo”
Lo más irónico de todo es que esta detención no ocurrió en una dictadura remota y atrasada, sino en Francia, el país de la "Libertad, Igualdad y Fraternidad". Francia, un país que se jacta de ser un baluarte de los valores democráticos y de los derechos humanos, ha mostrado una cara oscura al actuar en connivencia con su socio mayoritario, Estados Unidos, para reprimir uno de los últimos bastiones de la libre expresión en la esfera digital. Esta no es la Europa que ha sido un ejemplo de sociedad para el resto del mundo. Es una vergüenza.
Este acto es un insulto directo a los valores sobre los cuales se construyó la democracia moderna. Francia, que debería ser la primera defensora de los foros de opinión libres, se ha convertido en un destructor de estos, controlando y aplastando la voz del pueblo. Esta acción no solo ataca a Durov, sino que también socava los cimientos de la democracia y pone en peligro el futuro de la libertad de expresión en Europa.
La detención de Durov es un ataque frontal contra este principio fundamental. Es un mensaje claro a todas las empresas tecnológicas que se atreven a desafiar el statu quo: o colaboran con las autoridades o serán destruidas. Es una amenaza que se cierne sobre el futuro de internet, un futuro donde la libertad de expresión y la privacidad podrían convertirse en reliquias del pasado.
La batalla por la privacidad en línea es una batalla global. La detención de Durov es solo un episodio más en esta larga guerra. Pero es un episodio que nos obliga a reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando. ¿Queremos vivir en un mundo donde nuestras comunicaciones están siendo constantemente monitoreadas, donde nuestros pensamientos están siendo censurados y donde nuestros derechos fundamentales están siendo pisoteados?
La respuesta a esta pregunta debe ser un rotundo no. Debemos defender la privacidad y la libertad de expresión con todas nuestras fuerzas. Debemos apoyar a plataformas como Telegram y a sus creadores, que se atreven a desafiar el poder y a defender nuestros derechos. Debemos exigir a nuestros gobiernos que nos dejen en paz.
La portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, Ravina Shamdasani, manifestó serias preocupaciones sobre las consecuencias del arresto de Pavel Durov, subrayando la complejidad del caso. Shamdasan también se pronunció a finales del mes de agosto, a raiz del bloqueo de X en Brasil. La portavoz señaló que, aunque los gobiernos tienen el deber de regular las plataformas digitales, cualquier restricción debe ser “proporcional y alineada con los estándares internacionales” de derechos humanos. En este sentido, respalda la posición de Musk, que definió exactamente lo que está pasando cuando declaró que no cumplirá órdenes ilegales que tan solo buscan censurar a opositores políticos.
La hipocresía de esta situación se hace aún más evidente cuando se compara el tratamiento de Durov con el de otros gigantes tecnológicos, como Mark Zuckerberg. Zuckerberg, cuyo imperio ha estado implicado en innumerables escándalos de privacidad, desinformación y manipulación de datos, no ha sufrido las mismas consecuencias. Mientras que la censura en sus plataformas es a menudo justificada bajo el eufemismo de “moderación de contenido”, Durov es castigado por proteger Derechos Fundamentales.
Telegram es el epicentro de la resistencia antiglobalista, les guste o los dirigentes de Occidente. Pavel Durov, con inteligencia y aprecio por el Ser Humano, ha levantado una fortaleza que compite directamente con los magnates del poder y pore so tienen razone spara estar nerviosos.
Urge reconocer que confidencialidad es un terreno blindado. La idea de que pueda ser opcional o revocable en función de los intereses del estado o de las corporaciones es inaceptable.